Las horas pasaban sin ninguna prisa, el reloj trabaja perezosamente, como si se burlara de ella, movía sus perillas tan lentamente que parecía que se hubiera quedado estancado. Ella sólo lo observaba, esperando ansiosa a que marcara la hora indicada, aquellos números que dirían que era el momento apropiado para moverse.
Siempre era así, todo tenía que ser preciso, tal y como se había planeado, no podía equivocarse ni un mísero segundo y ni siquiera caminar se le era permitido sin haberlo decidido y analizado con anterioridad.
Escuchaba el tic-tac con los ojos cerrados, sólo debía esperar un poco más. Mientras, en su mente repasó, una vez más, lo que debía hacer.
De pronto reinó el silencio, apresuradamente abrió los ojos y dirigió la mirada al reloj. Confundida observaba como aquel objeto comenzó a derretirse; las horas, los minutos se desprendían y caían, perdiendo importancia... existencia.
podía notar como la perfección del tiempo iba muriendo, dejando indefensos y desorientados a un mundo entero, transformando cada plan en nada, sin valor alguno.
Ella se levantó y dio algunos pasos, vacilante, moviéndose por su propia cuenta. Se detuvo y sin pensar sonrió... Al fin era libre...